Perú: ¿de espejo a modelo?
Juan Ignacio Brito Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la Universidad de los Andes
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Juan ignacio Brito
Por años, el proceso político peruano pareció seguir el curso trazado por el chileno. Desde Alberto Fujimori ("Chinochet") hasta Pedro Pablo Kuczynski, los líderes peruanos siguieron de alguna forma la ruta señalada más al sur. Alan García llegó a sostener en 2006 que con Chile había una "competencia amistosa". Planteaba así una sana rivalidad entre modelos similares: democracias estables, gobiernos de izquierda moderada, reformas de mercado, economías exportadoras y abundancia de recursos naturales.
Ya entrado el siglo XXI, a medida que Chile se estancaba y Perú progresaba, en Lima surgió la idea de que era posible incluso que el alumno superara al maestro. En 2016, cuando por estos pagos se hablaba de la "retroexcavadora", el diario El Comercio recomendó en un editorial "aprovechar el momento para profundizar la apertura de nuestra economía y tomar el liderazgo de la región que el vecino del sur, probablemente, abandonaría ".
Los sueños peruanos de grandeza se ahogaron en medio de las denuncias de corrupción que hicieron caer a presidentes y funcionarios del más alto nivel, el choque entre el Ejecutivo y el Legislativo, las protestas sociales, la polarización política y la irrupción de Perú Libre, el partido de izquierda radical que logró ganar la Presidencia con la candidatura de Pedro Castillo.
De pronto, Perú ya no seguía el rumbo trazado por Chile, sino que, al revés, parecía servir de ejemplo para un Chile cada vez más desorientado, cuya ciudadanía parece repudiar el modelo que alguna vez hizo brillar al país en América Latina y que podría estar dispuesta a poner en La Moneda a un gobierno de izquierda dura.
En Perú, Pedro Castillo fue el rostro amable que permitió el acceso de la izquierda radical a la Presidencia. Surgió a la primera escena nacional como cabeza del sindicato de los profesores durante la huelga magisterial de 2017. Su rol de liderazgo en el movimiento social atrajo la atención de Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre, una agrupación de extrema izquierda que propone redactar una nueva Constitución y nacionalizar las faenas mineras. Cerrón fue el cerebro tras la campaña de Castillo. Una vez ganada la elección, se convirtió en el poder en la sombra, ejerciendo gran influencia en la designación del primer gabinete de Castillo, liderado por Guido Bellido, cercano al fundador de PL.
Los desaciertos y errores se acumularon durante los primeros meses de la gestión de Castillo.
Este lucía inexperto y débil, como un títere impotente cuyos hilos manejaban Cerrón y Bellido, los cuales incluso se daban el lujo de darle instrucciones al Jefe de Estado vía Twitter. Humillado, el mandatario decidió dar un golpe de autoridad: apenas 69 días después de nombrarlo, despidió sorpresivamente a Bellido y otros ministros de la facción cerronista. Ahora los vínculos son tensos en un oficialismo quebrado, Castillo se ha quedado muy solo, y la gobernabilidad de Perú nuevamente pende de un hilo.
No es difícil apreciar que lo ocurrido en Perú entre Castillo y Perú Libre podría repetirse en Chile si Gabriel Boric gana las presidenciales y llega a La Moneda de la mano de un Partido Comunista muy capaz de hacerse con el poder real incluso cuando carece de mayorías. No es descartable que la inexperiencia del eventual mandatario y la habilidad del PC puede hacer a éste dominar el gobierno. Si eso ocurre, Chile viviría un proceso similar al peruano. El vecino del norte ratificaría que ya no es el espejo de nuestro proceso político, sino, más bien, el modelo.